jueves, 7 de agosto de 2008

El amor, si ha de morir, que sea de viejo...

Esta misma mañana, por cuestiones de trabajo, un compañero y yo, nos hemos adentrado bien tempranito en el corazón de una playa. Allí había gente de todo tipo, desde sencillas personas hasta verdaderos “personajillos”. Es lo que tienen los lugares públicos, y más los destinados al ocio como éste, que son espacios variopintos, de norte a sur, de tierra firme a horizonte inapreciable y resbaladizo.

Pero dentro de toda esta ambigua multitud, sí ha habido algo que nos ha llamado realmente la atención. De repente, por la orilla, paseando, hemos divisado a un matrimonio. Un hombre y una mujer de unos 80 años, caminando cogidos de la mano. Ha sido justo en ese instante cuando a mi compañero y a mí se nos ha erizado conjuntamente el vello de la piel, y nuestras almas se han estremecido ante tan cotidiana pero a la vez fascinante escena.

Sin dudarlo, mi compañero se ha acercado hasta ellos para decirles lo bonito que le parecía. Yo, algo más apartada, me he dedicado a observar a la anciana pareja. No oía demasiado bien lo que decían, pero su mímica hablaba, expresaba mejor que sus propias palabras. La señora, sonrojada pero feliz, apretaba cada vez más fuerte la mano de su esposo. Él, con pose firme, simbolizaba el orgullo de tener una mujer como la suya, y su sonrisa era el claro detonante de un bienestar intenso.

He sentido envidia, lo reconozco. Esta situación, me ha llevado a fabricar una reflexión futura, a intentar imaginar cómo, en qué circunstancias estaré yo cuando alcance su edad. Sin duda alguna, desearía alcanzar esa estabilidad vital y esa madurez emocional que hoy ellos me han –si no demostrado-, al menos mostrado.

Seguro que llegar hasta ese punto, no les ha sido nada fácil. Creo que para nadie lo es. La vida en sí misma, esconde grandes brotes de dureza. Además, las relaciones pasan por fases, rachas o temporadas compuestas de piezas de todo tipo que nosotros hemos de ir uniendo, elementos como el cariño, el amor, la atracción, el deseo, las ansias de conocer, el desconocimiento, e incluso a veces hasta una reconquista, un “reenamoramiento”. Los sentimientos son así, traviesos, a veces confusos e incluso en ocasiones contradictorios. Son sensaciones aparentemente indomables que necesitan de nuestra máxima atención.

Consigamos, que si el amor ha de morir, que sea de viejo…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Has logrado emocionarme con este post tan bonito, imaginando esa escena tan tierna es inevitable, ayyys que envidia :)

Anónimo dijo...

jo....me as dejao...te e dicho alguna ve lo mx q me gusta leerte??

dintel dijo...

Antes, creo, que es necesario consguir ese amor. Y es la parte difícil.